La noche anterior no pude dormir. Llegó el día y estaba tan ansiosa que temblaba. Tuve un ataque de ansiedad y no podía ni respirar bien. En el primer WOD, o competencia, no me fue tan mal. Estaba muy nerviosa, pero eso se me pasó en el segundo WOD, aunque me falló un poco la técnica. Llegó el tercer WOD, teníamos un tiempo límite de 7 minutos para hacer todas las repeticiones posibles cargando una barra con 85 libras… SÍ, con el peso que nunca pude cargar, y por el cual dudé casi un mes sobre en cuál categoría debía meterme. Recuerdo conversar con personas horas antes y decirles: "¡¿Qué voy a hacer esos 7 minutos, mirar la barra?!"; "¡Mi máximo son 10 libras menos!". Tenía miedo al ridículo. Me preparé delante de la barra y ya mi lenguaje corporal demostraba que estaba derrotada. Luego gritan “3, 2, 1, GO”, respiro profundo y decidí fingir que iba a intentarlo. Escuchaba gritos de aliento, intenté levantar la barra del suelo, y nada. La gente alrededor decía "¡Vamos, tú puedes!". Me tomé mi tiempo y pensé "mejor utilizo este miedo para acelerar mi ritmo, algo podré hacer, mi cuerpo debería obedecer". Tercer intento: nada. "¿Por qué no subes?". Estaba muy frustrada, llena de impotencia y furia. Estaba tan molesta que tomé aire y le grité con odio a la barra. Fue un grito de guerrera, ¡Ahhhhggrrr! Esta vez tenía que subir… ¡Y subió! Tenía que subirla otra vez más a mis hombros y, después de tres intentos, completé los 2 Clean. Luego tenía que hacer 3 sentadillas con esa barra. ¡Genial!, lo pude hacer porque la barra ya estaba en mis hombros, así que no había problema. Después, tocaba subirla 4 veces desde mis hombros hasta por encima de mi cabeza., Hice tres repeticiones con mucho esfuerzo y temblando, pero a la cuarta sentía que la barra pesaba el doble y cuando estaba a punto de terminar se me cayó la barra. Escuché que el público gritó "¡Noo!"; "¡Tan cerca!". Miré a todos y me di cuenta de que no solo eran amigos los que me apoyaban, también era gente de otros gimnasios, amigos de los otros competidores., Creo que eso me dio fuerzas para intentarlo de nuevo, y así cumplí 1 ronda. Quedé en el suelo, tenía lágrimas en los ojos, pero no por pena o alegría. Creo que esa barra la levanté con toda la energía del corazón y con todo el empuje de la gente que alentaba. Gracias, Crossfitters. Ojalá la gente no se lleve una imagen de frustración, ni recuerde mi cuarto lugar, sino que quede la lucha, porque en Crossfit pareciera que competimos contra otras personas, pero la verdad es que competimos contra nosotros mismos, contra nuestros miedos. La comunidad siempre se hace presente y todos sabemos cómo sufrimos cada ejercicio. En adelante recordaré que si siento algo de miedo es solo mi corazón avisándome que puedo lograr cosas maravillosas, que depende de mí hacerlo con grandeza y al menos tener la satisfacción de lograrlo aunque no me lleve la gloria del podio.

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